Es diciembre de 1989.
Suena Born in Time de Bob Dylan en la cafetería donde una cuchara se desprende del platillo del café justo antes de que el camarero pueda apoyarlo en la barra. Cae al vacío y el golpe del metal contra el suelo queda ensordecido por su llanto desgarrado al nacer. Le llaman Lonan. Nueve años más tarde su padre descubre que se agotó el azúcar en la despensa y a Lonan zarandeando una cámara para lo que sería su primer cortometraje. La profesora tuvo un mal despertar, salió de casa sin apenas desayunar y ahora pronuncia el nombre de Lonan apretando los dientes porque él nunca atiende y suspende deliberadamente. Lonan todavía no bebe café cuando abandona los estudios para inscribirse en la escuela de cine: tiene 15 años. Al poco tiempo empieza a trabajar en publicidad, donde combina intempestivas horas de rodaje con sus estudios en fotografía y dirección. En esa etapa, reafirma su pasión por el cine; también por el café. Le llaman para encargarle diversos proyectos audiovisuales. Entre videoclips y publicidad Lonan va conformando un estilo singular, como lo es su rigurosa y cotidiana preparación del café con cardamomo y canela. Lonan tiene 24 años cuando debuta en ficción con “Zona-84” gracias a grandes dosis de cafeína y perseverancia. Por este y otros proyectos es premiado 17 veces. Diecisiete son las vueltas que Lonan gira la cucharilla en el sentido opuesto a las agujas del reloj, para diluir los dos terrones de azúcar en el café que toma siempre antes de cualquier rodaje. Lonan gira la cuchara en sentido inverso a como tú lo harías porque es zurdo e irremediablemente creativo. Cuando termina, coloca la cuchara en el borde del platillo y transporta el conjunto perfecto hasta el escritorio, dispuesto a iniciar una nueva producción.
Enciende la vieja radio de su habitación y suena Born in time de Bob Dylan.